lunes, 19 de enero de 2015

Vetado

Cuando el mar arremete contra la tierra, su estruendo estremece a cualquier hombre... A pesar de ello, posee la misma delicadeza que la más dulce dama que pudiera existir.

Una muchacha descansaba bajo la imponente figura de un árbol. Atada, semidesnuda, apenas podía articular palabra alguna.
Varios moratones florecían a través de su piel blanca. Las lágrimas que antes recorrían su rostro ya se marchitaron bajo la tierra sobre la que descansaba. 

Una sombra sostenía un estoque frente a la chica. De él emanaba un aire gélido.


Una melena oscura flotaba junto con la sombra. Esta alzó el arma para terminar la tarea que hacia mucho había comenzado.


Y así habría sido.


De no ser por la presencia de aquel ser.


Surgiendo del mismo tono que la sombra un ente de cuatro patas surgió tras el árbol que sostenía todavía la figura de la muchacha.

Unos ojos pálidos entrevieron furia y fuerza en el ente.
Una gran melena negra cubría el cuerpo del ser, su cuerpo mostraba una entereza que muchos ejércitos matarían por conseguir.
Un alarido se liberó de su boca, unos dientes como espadas asomaron de ella, mientras que con cada pasa que daba hacia la sombra, unas garras como el azabache desgarraban la tierra sin reparo.

Un rugido brotó del interior de la criatura, la sombra se estremeció, pero no sin antes soltar una risa.

"¿Qué te hace pensar que esta vez podrás salvarla?" - dijo la sombra. El ente volvió a rugir.

"Ya estoy harta de tus rugidos. No puedes hacer nada, ya la dejaste morir, la negaste. Yo tan solo tuve que recoger los pedazos de ese pobre juguete roto. Ahora, me pertenece." - continuó mientras alzaba el estoque helado hacia el león negro - "Al igual que tu corazón, hijo del vacío."

El león se abalanzó sobre la sombra con un fuerte rugido. Esta trató de esquivarlo como pudo y rodó hacia un lado. El león volvió a lanzarse contra la sombra con fiereza, pero esta lo derribó hacia un lado con un envite de su estoque y calló herido. Al tratar de volver a incorporarse, la herida comenzó a congelarse, inmovilizando poco a poco al león.

Riendo, la sombra se incorporó.

"Tanta fuerza desperdiciada... Me decepcionas." - decía mientras caminaba hacia la muchacha atada todavía. "Si de verdad crees que puedes salvarla, es que has pasado demasiado tiempo siendo un necio"

Tras esas palabras la sombra se abalanzó con su estoque en alto contra la chica magullada.




Y acertó. Una sangre cálida brotó del cuerpo. Roja como las rosas, se deslizaba por el cuerpo de la muchacha, mientras esta yacía todavía viva sobre el lecho de aquel árbol que velaba por ella.
Un alarido de dolor brotó del león con el estoque todavía atravesado.


Su piel negra comenzó a desvanecerse por otra blanca. Su cuerpo se transformaba poco a poco en otro ser. En un humano.
Arma todavía atravesando su corazón, la herida helaba el cuerpo de ese hombre que dejó de ser león y se volvió vulnerable ante el exterior. Sin articular palabra, sus ojos se cerraron y su cabeza bajó la mirada hacia el suelo.

Su sangre, se deslizaba por el hielo...






"Nunca te perteneció." - susurró una voz. La muchacha fue quien habló.

"¿Cómo dices?" - dijo la sombra - "Él siempre fue mio desde el momento en que rozó mi piel. La lujuria reclama todo lo que desea. Y él fue la presa, el león fue domado." - continuó entre risas la sombra todavía sosteniendo el estoque atravesado.

"No. Él jamás te perteneció. Ni él..." -

"Ni mi corazón." - interrumpió una voz fuerte. El estoque tembló y una mano lo tomó del filo. A pesar de la grave herida, aquel hombre todavía podía mantenerse en pie, y vivir.

La sangre que recorría el arma comenzó a evaporarla, de manera que tan solo quedó un mango, mientras su dueña lo observaba perpleja y con rabia.

"Tu.... Tu no puedes detener a la lujuria. Estoy en cada uno de vosotros, cada hombre y mujer me pertenece. Soy vuestros deseos más oscuros, vuestras pasiones prohibidas más ocultas. ! NO PODÉIS NEGARME ¡ - vociferó la sombra cada vez más furiosa.

"Es posible que tu seas la lujuria que domina a todos los hombres. Pero del mismo modo, nadie me domará jamás. Ni tus patéticas pasiones, ni tu remilgado Dios."

"Yo soy el único que podrá domarse así mismo cada día. Eso es lo que realmente me diferencia del resto de hombres a los que tu domas."

"Yo no voy a rendirme ante ti. Yo voy a regir mis pasiones, no tu."
"Y del día a la noche, te disolverás en la misma nada de la que yo provengo, Lilith."



Y tal como apareció, la lujuria se disolvió en la nada.