viernes, 27 de julio de 2012

Sinónimos, para un moribundo.







Llamadme inútil.
Llamadme estúpido.
Llamadme imbécil.
Llamadme capullo.
Llamadme loco.
Llamadme insociable.
Llamadme raro.
Llamadme extraño.
Llamadme huraño.
Llamadme únicamente para destrozar mis ilusiones.
Llamadme para burlaros de mi.
Llamadme friki.
Llamadme iluso.
Llamadme desecho social.
Llamadme marginado.
Llamadme pringado.

Llamadme así, y de mil formas posibles. Pues agarraré mi bote, buscaré un lugar donde tomar todo lo que él contiene, y vuestras palabras se volverán una simple brisa en mi cabeza.

Pues yo no os negaré las formas de como me denominéis. Pero tampoco permitiré que vuestras palabras arremetan contra mi corazón. No os permitiré dañarme. 

Solo el bote conoce mis secretos.

jueves, 26 de julio de 2012

Gracias olvidadas.

Vagabundo soy, no lo dudes. Mi arco a la espalda llevo, cargando con su dulce cuerda de platino y su robusta madera de roble. Alas perdí, pero solo es un recuerdo olvidado. El polvo de los ciegos resuena en el viento, viéndose acorralado por aquellos que caminan buscando un lugar al que llegar, sin un por qué, ni ningún a donde.


Allí donde un trozo de corazón ha sido olvidado, yo lo recojo. Limpio las aglomeraciones de palabras que empañan su brillo escarlata. Acaricio los bordes por donde los dientes de la desconfianza y la desdicha han arrancado dicho pedazo de su verdadero lugar. Y por último, lo cobijo en mi interior, junto a los demás trozos de corazones perdidos, con la esperanza de que encuentre alguna de sus partes perdidas.


Pero la realidad es muy dura. El mundo al que pertenezco está teñido de colores que harían retorcerse de dolor a cualquier ser humano. Los caminos ya no son verdes y mezclados con el tono polvoriento de los caminos por los que muchos antes de nosotros, transitaban personas con alegría e inocencia. Las ciudades siguen tan grises como el día que fueron levantadas. Y las personas, tan cristalinas y transparentes como el día que fueron desterradas...


Aunque, el peor color de todos. El peor, es el negro de las esperanzas que albergaban aquellos corazones que ahora yacen rotos como los cristales de un espejo destrozado. Se hallan en las aceras de las calles, siendo aplastados miles de veces, por aquellos que un día los cobijaban. Se encuentran detrás de los cubos de basura, con miedo a volver a ser golpeados; en las cañerías, buscando la oscuridad del subsuelo, mezclándose con las ratas, pues su parecido con aquellas personas que los abandonaron, es innegable; otros   enferman de dolor, vagando cerca de los hospitales, buscando el carmesí de la sangre, recordando momentos mejores, donde ese liquido procedente del rubí, incendiaba sus entrañas con el amor y la pasión, y ahora, esos corazones lloran dicho brebaje.


Finalmente, los últimos que quedan, mueren en el olvido. Sus fragmentos son tan pequeños, que se pierden en la nada. Me llaman Cupido por recoger los corazones y dispararlos con mi arco. Pero no os confundáis.
Yo soy un simple vagabundo que deambula recogiendo esos trozos negros de corazones que necesitan ayuda. Ayudo a los olvidados, y mi arco los devuelve cuando los problemas que albergan son reparados.
Camino sobre los edificios, pues en ellos también quedan pedazos rotos de esperanzas.


La tristeza que esas personas sostienen, son cambiadas cuando mis flechas les devuelven lo que yo no poseo. Esas personas son ayudadas y la alegría de sus rostros llenos de esperanzas, son algo que gozo gustoso cuando mi trabajo termina con ellas.


Pero, ayuda, ayudar, ayudados, ayudadas...


Ayudo a miles de personas, pero....


Nadie puede ayudarme a mi. Es una maldición con la que debo cargar. Pues el precio por ayudar es muy caro, y alguien debe pagarlo.


Y es mejor que lo pague alguien que no merece la pena...

martes, 24 de julio de 2012

El peor enemigo, es tu ego...

Recuerda aquel tiempo en el que las guerras no existían. Aquel tiempo en el que cualquier riachuelo perdido en un bosque espeso, era un lugar paradisíaco, donde pequeñas esperanzas correteaban de un lado a otro porque el mañana no existía para ellos, tan solo el presente. Aquel tiempo en el que el acero solo rozaba tus labios cuando ponías en ellos algo de comer. Donde la madera era el solido elemento que sustentaba los cimientos de millones de hogares. Donde las personas eran almas que solo buscaban un lugar donde construir su vida.


Y ahora, regresa a tus días. Donde bebés lloran a sus madres muertas, donde hombres cogen armas para defender una causa que se les ha robado. Donde niños son secuestrados para ser intercambiados por algo que nosotros mismos creamos. Donde los hombres con trajes, son el peor ejercito que las guerras pueden originar, donde el hambre y la sed aumentan por momentos. Allí, donde los arboles lloran sus hojas porque desean morir cuanto antes, para dejar de ver las atrocidades generadas por los que una vez fueron defendidos por alas y espadas. Nosotros, quienes tomamos los caminos de los placeres más ocultos dentro cada uno de aquellos que utilizan a los que una vez, fueron humildes personas. 


De nuevo, álzate y observa desde el brillante fulgor de la noche el mundo que nosotros hemos corrompido. La luz que puedes ver ahora, muy pronto se convertirá en el brillo de miles de fuegos actuando contra todos nosotros. 


Solo quedan pocos a los que realmente se les debe la vida. Pero cuanto más pasa el tiempo, mueren más. ¿Donde están esos gloriosos guerreros que realmente se necesitan? ¿Donde están aquellos que realmente ponen los puntos sobre las íes, de este mundo lleno de simples parásitos? Aquellos que no temen el blandir una espada en nombre de cada uno de los derechos que todos debemos tener, y por todos los deberes que cada uno de nosotros debemos cumplir. Las legiones de arqueros que apuntan al cosmos en busca de los mensajes de la verdad. Los escuderos que protegen a sus ciudadanos durante las batallas que los humanos cometemos. 


Desaparecieron. Se esfumaron, los acribillaron como a simples ratas, los traicionaron por su buen juicio.
Murieron por defender unos principios nobles, unos principios perdidos y olvidados con la cruel llamada del tiempo.


No lo sé todo. No sé absolutamente nada. Pero respondeme a una pregunta...


¿Por qué nadie quiere escuchar?
¿Por que nadie quiere oír?
¿Por qué nadie quiere levantarse?
¿Por qué nadie quiere ver realmente las consecuencias de nuestros actos?


La respuesta, la llevan marcada en sus corazones aquellos que tantas masacres han creado.


Porque nosotros no les permitimos escuchar, no les dejamos oír, les abofeteamos, y golpeamos sus cabezas con nuestras botas, manchando sus rostros con el barro y la sangre derramada por sus hijos y mujeres.


Quedamos muy pocos...


Somos demasiado pocos, los que por ayudar no pedimos nada a cambio, salvo el bienestar de aquellos a los que nosotros elegimos.


Muchos nos llaman prepotentes, pero solo defendemos unos principios que hemos originado al presenciar los actos de los humanos. La humildad es nuestra honorable arma, pero ellos solo ven la falsa necesidad de que seamos reconocidos por la multitud. La palabra es nuestra escudera, el pensamiento nuestro corazón, el buen juicio es nuestra energía, la ayuda es nuestro emblema. Poseemos los regalos de la Creación, al igual que todos los que fuimos concebidos en el seno de nuestras madres. Pero solo nosotros los utilizamos por una buena causa.




Demasiados han sido corrompidos por ellos mismos. Nadie está a salvo de si mismo. 
Ni siquiera nosotros.


Pero optamos por seguir luchando contra nuestros deseos más oscuros. 


Siendo ambos lados opuestos la unión que forman las dos caras de una misma moneda, si uno de ellos muere, su contrario muere con él.


Por eso, nosotros seguiremos firmes. Seguiremos luchando contra nosotros mismos, por los demás.

lunes, 9 de julio de 2012

Yacimientos de sueños



"Muertos y muertas, huesudos de todas las edades, yo el excelentísimo Enterrador, me complace invitarles al mayor de los milagros creados por la Parca. Un lugar paradisíaco, otorgado a todos ustedes, un disfrute eterno, para toda la multitud muerta de por aquí. Aquí está, Lapilandia."


Un lugar donde los muertos se emborrachan, donde aquellos pobres desangrados yacen en sus piscinas carmesíes. Un Edén antinatural, cuyos limites son el infierno y nada más. Los demonios son quienes controlan sus alocadas atracciones, y allí en la zona eterna, donde un baño de niebla al descansar sobre sus suaves ataúdes de hierro alivia al miembro amputado más rebelde que nunca haya correteado por las cataratas de ojos perdidos. Los humanos se matan, da igual, el Enterrador más trabajo tendrá, y sin diversión ninguno de los fallecidos se quedará. Abajo, en las catacumbas de la muerte, relájate, los espectros te atenderán y un buen plato de guijarros de cristal, con deliciosos gusanos de 300 años te servirán.




En la penumbra de los bosques, humo negro se alza de entre sus infinidades, pues a los cancerígenos, no se les quita el vicio del fumar ni tras ser recogidos por nuestra Dama Negra. Riachuelos formados por tendones atados entre sí, goteando sangre burbujeante en los vasos de champan que sujetan nuestros comensales antes de brindar por su eterna felicidad.


Oh, y por supuesto, el toque final. En aquel gran salón, donde el roble negro y aterrador ensombrece cada una de las millones de tumbas que el tiempo ha generado con la humanidad, allí, es donde nuestra dulce y querida Dama Negra, canta para todos nosotros cada noche. 


Su esplendida arma brilla con la luz de las llamas azules que los fuegos fatuos generan a su alrededor, su piel pálida calma el ardor de los cadáveres carbonizados, su túnica negra la vuelve esplendorosa y sensual, mientras que sus finas manos bailan al son de su voz. Frágil, pero mortífera, y nunca mejor dicho.


Allí canta y baila, para entretenernos a todos nosotros, nuestra amada Dama Negra, aquella que nos encontró cuando nos quedamos boquiabiertos, viendo como nuestro cuerpo era apuñalado, quemado, violado, lanzado por un acantilado, golpeado hasta destrozar nuestros órganos internos, y miles de muertes igual de dolorosas. Ella nos acompañó hasta nuestro destino, y nos recogió cuando nos perdimos.


Sean todos bienvenidos, al descanso eterno de máxima calidad en este mundo...


Pero no en él anterior.

martes, 3 de julio de 2012

Message to my dear heart...





I hate you.

I hate your existence

I hate to make me feel things impossible

I hate that constantly torment me with your blessed pangs full of unfulfilled dreams

Dear heart...

Neither you nor I, HAVE THE RIGHT TO LOVE, AND TO BE LOVED.

So, back to the grave from which you proceed...

domingo, 1 de julio de 2012

Be, and hit myself

Aguanta.


Llevas demasiado tiempo caminando, luchando, apartando sus temores. Golpeando cual caballero a sus enemigos. Pero cada vez que te lanzas a la disputa, tu corazón se resquebraja cada vez más. La razón comienza a sudar, los sentimientos vuelven a flaquear, y el vacío existencial que hay entre ambos bandos de la mente se engrandece, más y más. Engulle las fuerzas que discurren a través de los finos escudos que los combatientes de cada extremo portan junto con sus espadas manchadas con la negra sangre de lo que es mi alma.


Un guerra que estalló, y que hasta ahora sigue sin cesar. Demasiado tiempo peleando. Pero mereció la pena. Pues ni en los sueños existo sin su presencia. Un vinculo de lo más peculiar y extraño. Pues esto nunca ocurre en la realidad, y de pronto, ahí estamos. Ambos en cada orilla de ese gran manantial en calma.


Deseaste esto. Anhelabas saber más. Aquí lo tienes, y bien jugado, lo usaste para su bien. Pero, ¿qué hay de ti? Te levantaste de la tumba, saliste de aquel oscuro pozo que sin duda era tu hogar, escalaste cada centímetro de sus oscuras paredes de emociones. Y te alzaste de nuevo. Tan solo una razón. La necesitabas para seguir vivo, para mantenerte consciente. Para seguir siendo tú.


Y dime. ¿Qué harás ahora? Ya has avanzado mucho, pero ni siquiera sabes donde estas. Un punto al que jamás creerías llegar. Has calado muy hondo su mente. Sueños. La realidad es una ilusión...


Una maldita tortura ilusoria que amaina nuestras esperanzas al despertar. 


Emprendiste un camino, y aquí has llegado. Torturando tu mente y tu corazón, creando esperanzas donde antes posiblemente solo había negrura. Pero, sigues sin encontrar tu paz. Sigues vagando por un mundo al que desprecias, y a la par, anhelas su salvación. ¿Quien soy en realidad?


Una ilusión. Un sueño que combatió a las pesadillas y nació. Algo con vida que recorre las puertas del todo y la nada al mismo tiempo. Un mero objeto que equilibra ambos mundos sin poderse salvar.


Soy ese pequeño y a la vez infinito espacio que hay entre ambas dimensiones de la materia. La Nada.


Amaneciendo cada día, saludando a la noche con la luz de luna. Sintiendo odio hacia ti mismo, apuñalando a tus emociones. Congelando al corazón, quebrando tus huesos hasta que por fin ves tus lagrimas sobre las almohadas de tu locura. 


Mírate. Decidiste, y aquí de nuevo nos encontramos. Encadenaste a tu ego, lo encerraste en lo más profundo de ti, lo vigilabas a cada momento, no podías permitirte que volviese a escapar. Y quien iba a decirte, que cada vez que notabas su presencia cerca de ti, tu ego se volvía más turbio y peligroso. Porque esto es lo que siempre has hecho. Matarte a puñaladas con él, librar mil masacres entre tu corazón dominado por sus codiciosos fines emocionales, y la razón en la que tu dirigías tus acciones porque su bien era lo único que podías hacer para no convertirte en lo que realmente eres. Un despreciable insecto que se mueve por los oscuros bajos fondos de cualquier ciudad, realizando cada una de las atrocidades que el ser humano puede, pero no quiere mostrar a la luz del día. La noche te acompañaba cada vez que tus instintos se apoderaban de ti, pero ni su eterna e inquebrantable escucha te podía consolar.




Te has golpeado demasiadas veces a ti mismo. Ya has violado cada uno de los sacrilegios que podías realizarte a ti mismo. Has martirizado a tu ser. Pero sigues con esa ferviente mirada en tus ojos. Mantienes la cordura a pesar de todo el sufrimiento que tus labios desearían expresar.


Sigues siendo tan condenadamente cabezón como el día en que tomaste dicha decisión.


Sí, realmente merece la pena levantarme una vez más por esto. Porque sabes que no eres nada, y nunca llegarás a serlo, pero tienes la oportunidad de ayudar a ser feliz a alguien que lo merece más que la mayoría de la gente. Porque puedes hacerlo, aun no siendo nada.


Merece la pena escribir dichas voluntades, que solo ambos sabemos interpretar.