domingo, 1 de julio de 2012

Be, and hit myself

Aguanta.


Llevas demasiado tiempo caminando, luchando, apartando sus temores. Golpeando cual caballero a sus enemigos. Pero cada vez que te lanzas a la disputa, tu corazón se resquebraja cada vez más. La razón comienza a sudar, los sentimientos vuelven a flaquear, y el vacío existencial que hay entre ambos bandos de la mente se engrandece, más y más. Engulle las fuerzas que discurren a través de los finos escudos que los combatientes de cada extremo portan junto con sus espadas manchadas con la negra sangre de lo que es mi alma.


Un guerra que estalló, y que hasta ahora sigue sin cesar. Demasiado tiempo peleando. Pero mereció la pena. Pues ni en los sueños existo sin su presencia. Un vinculo de lo más peculiar y extraño. Pues esto nunca ocurre en la realidad, y de pronto, ahí estamos. Ambos en cada orilla de ese gran manantial en calma.


Deseaste esto. Anhelabas saber más. Aquí lo tienes, y bien jugado, lo usaste para su bien. Pero, ¿qué hay de ti? Te levantaste de la tumba, saliste de aquel oscuro pozo que sin duda era tu hogar, escalaste cada centímetro de sus oscuras paredes de emociones. Y te alzaste de nuevo. Tan solo una razón. La necesitabas para seguir vivo, para mantenerte consciente. Para seguir siendo tú.


Y dime. ¿Qué harás ahora? Ya has avanzado mucho, pero ni siquiera sabes donde estas. Un punto al que jamás creerías llegar. Has calado muy hondo su mente. Sueños. La realidad es una ilusión...


Una maldita tortura ilusoria que amaina nuestras esperanzas al despertar. 


Emprendiste un camino, y aquí has llegado. Torturando tu mente y tu corazón, creando esperanzas donde antes posiblemente solo había negrura. Pero, sigues sin encontrar tu paz. Sigues vagando por un mundo al que desprecias, y a la par, anhelas su salvación. ¿Quien soy en realidad?


Una ilusión. Un sueño que combatió a las pesadillas y nació. Algo con vida que recorre las puertas del todo y la nada al mismo tiempo. Un mero objeto que equilibra ambos mundos sin poderse salvar.


Soy ese pequeño y a la vez infinito espacio que hay entre ambas dimensiones de la materia. La Nada.


Amaneciendo cada día, saludando a la noche con la luz de luna. Sintiendo odio hacia ti mismo, apuñalando a tus emociones. Congelando al corazón, quebrando tus huesos hasta que por fin ves tus lagrimas sobre las almohadas de tu locura. 


Mírate. Decidiste, y aquí de nuevo nos encontramos. Encadenaste a tu ego, lo encerraste en lo más profundo de ti, lo vigilabas a cada momento, no podías permitirte que volviese a escapar. Y quien iba a decirte, que cada vez que notabas su presencia cerca de ti, tu ego se volvía más turbio y peligroso. Porque esto es lo que siempre has hecho. Matarte a puñaladas con él, librar mil masacres entre tu corazón dominado por sus codiciosos fines emocionales, y la razón en la que tu dirigías tus acciones porque su bien era lo único que podías hacer para no convertirte en lo que realmente eres. Un despreciable insecto que se mueve por los oscuros bajos fondos de cualquier ciudad, realizando cada una de las atrocidades que el ser humano puede, pero no quiere mostrar a la luz del día. La noche te acompañaba cada vez que tus instintos se apoderaban de ti, pero ni su eterna e inquebrantable escucha te podía consolar.




Te has golpeado demasiadas veces a ti mismo. Ya has violado cada uno de los sacrilegios que podías realizarte a ti mismo. Has martirizado a tu ser. Pero sigues con esa ferviente mirada en tus ojos. Mantienes la cordura a pesar de todo el sufrimiento que tus labios desearían expresar.


Sigues siendo tan condenadamente cabezón como el día en que tomaste dicha decisión.


Sí, realmente merece la pena levantarme una vez más por esto. Porque sabes que no eres nada, y nunca llegarás a serlo, pero tienes la oportunidad de ayudar a ser feliz a alguien que lo merece más que la mayoría de la gente. Porque puedes hacerlo, aun no siendo nada.


Merece la pena escribir dichas voluntades, que solo ambos sabemos interpretar.

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