Dejo el libro. Salgo a la calle. Necesito sentir una brisa en mi cuerpo. Cualquier algo abstracto que me saque de mis pensamientos. Camino por calles estrechas, pero es la misma porquería de todos los días. Calles llenas de muchedumbre sin saber nada. Son todos iguales. Caminan controlados por el tiempo, no viven de él, tan solo son sus títeres. Camino más adelante, y la misma escena se repite. Nada cambia, cientos de personas de un lado para otro. Y mientras tanto, con mi gabardina negra observo como el tiempo transcurre y el escenario no cambia. El atardecer se deja entrever sobre las cornisas de los edificios restaurados. Unos cuantos rayos de Sol rojizos, captan la atención de fotógrafos extranjeros. Pero las calles, las avenidas, las carreteras, todas siguen abarrotadas de esa plaga que devora sin conciencia cada lugar, cada espacio en la tierra. Por suerte una niebla cae sobre la ciudad. Intento desaparecer entre su bruma. Pero ni siquiera su densidad puede calmar a las masas. Vuelven a caminar atolondrados. Nada parece saciarlos. La mar está calmada este día. El Sol ya se ha puesto y sus últimos rayos son el único regalo que me ha concedido el día.
Camino más y más, pero lo único que encuentro son los estragos que hemos creado: pobreza, marginalidad, delincuencia. Cada siglo, el mundo pierde su esplendor. Parásitos, la única palabra posible para describirnos. ¿Enserio nos merecemos una segunda oportunidad? Ni siquiera deberíamos haber recibido una. Nunca aprendemos. El placer, el vicio, la tentación, la lujuria, y más controlan las mentes de los poderosos. Quien es poderoso se apodera del trabajador, el trabajador de la esposa, la esposa del hijo, y el hijo se ve corrompido por el poderoso. Se convierte en un desleal hacia su familia. Solo le importa la avaricia, la codicia, el dinero. Su propio bienestar. Y el hijo corrompido, se vuelve contra su creador, el poderoso se ve sustituido, humillado ante los que antes le respetaban y temían. Ahora el corrupto controla a todos cuantos le rodean, y estos le temen, por lo que siguen su ejemplo. De ese modo la corrupción se expande y las personas caen bajo el hechizo de la igualdad ilusoria. Todos se vuelven meros títeres, y el precio por ello es la perdida de la conciencia, la personalidad es destruida. Y todo vuelve a empezar. Más pobreza, más delincuencia, más hambre, más sed de sangre, más venganza.
Y finalmente, solo unos pocos, tienen la fuerza suficiente para intentar cambiarlo todo. Pero, no pueden. Abusos, violencia, muerte, alborotos, destrucción. El fuego abrasa la mente del hombre. Aquel que era un hombre honrado y trabajaba para mantener el orden, ahora es un títere más con una arma antidisturbios. Aquellos que antes eran simples personas con ilusiones, ahora luchan por un futuro que nunca llega. Y el poderoso ríe junto con sus estúpidos seguidores, mientras el mundo queda reducido a cenizas para saciar sus necesidades, sus caprichos, su codicia.
En la nueva era, reina la oscuridad.
muy bonita! :) te sigo!!
ResponderEliminarGracias :)
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