miércoles, 18 de abril de 2012

Suspiros cristalinos

El sonido del agua es lo único que me saca del duro trance que es la realidad. Cada una de las gotas salpican sobre mi piel, mientras resbalan por mi cuerpo.... Si tan solo supieran cuanto sufre mi interior. Si tan solo supieran cuantas veces mi realidad se desmoronaba poco a poco. Si tan solo supieran lo insignificantes que son, y la paz que me transmiten. Si lo supieran, no estaría tan solo.


Apoyo mi cuerpo sobre la húmeda pared de la ducha, mientras el agua sigue fluyendo por cada recoveco de mi cuerpo. El único momento en el que mi mundo cambia a mi otra realidad. Un lugar donde solo mis pensamientos existen, donde ninguna persona puede golpear mis emociones. Donde, son mis palabras quienes constituyen cada imagen de ese mundo. Donde cada sentimiento reina sin ser oprimido. Pero es tan solo eso, un lugar en mi mente. Los cristales que me rodean son solo eso, cristales sin vida, que me otorgan la visión de un reflejo que va pudriéndose poco a poco. Un reflejo irreal. Si, yo. Soy irreal. Mi cuerpo también lo es. Pero esa imagen siempre me recuerda, que tan solo soy un pedazo de carne. Algo que, inexplicablemente.... siente.
Y entonces, vuelvo a pensar. Quien querría ser un trozo de carne, joven por fuera. Pero irremediablemente, viejo por dentro. Todos desean lo mismo, un cuerpo perfecto, mientras su mente se limita a conseguir su bienestar. ¿Quien quiere ser eso? Un mero deshecho de lo que hoy en día se llama modelo a seguir. Ya, ni los espejos desean reflejar nuestra imagen. Ni el agua ser nuestra tranquilizadora.


Ya no somos nosotros mismos. Idealizamos una forma de vivir predeterminada, y la creatividad y la libertad es coartada completamente. Luchamos por nuestros derechos, cientos de personas salen a las calles con ese fin. Pero al pedir nosotros derechos, ¿no deberíamos cumplir nuestro deber? El deber de respetar, a todos y cada uno de nosotros como a uno más. No. Al parecer, la gente no esta preparada. Quizás lo estuviera tiempo atrás. Quizás estemos a punto de conseguirlo. O quizás nunca lo logremos.
Pero solo somos eso, un mero reflejo. La visión de un algo sin vida, automatizada, y regida por una sociedad codiciosa, y cada vez más podrida.


Vuelvo a la realidad. Mi realidad. Seco todo mi cuerpo, mientras me alejo de la calidez y paz que me ha proporcionado el agua. Limpio el cristal empañado. Y ahí esta otra vez. Ese maldito reflejo que me acosa. La viva imagen de la realidad. Solo un puñado de materia orgánica con mente, pero sin vida.


Y es entonces ese brillo, ese pequeño destello, el que me hace recobrar la compostura. Si, puede que mi reflejo solo aclare la imagen borrosa de lo que en realidad soy, un humano. Pero es esa pequeña parte del reflejo, lo que realmente me enseña que soy en realidad. 


Son ese par de pequeños iris verdosos, los que realmente me enseñan que no soy como ellos. Me enseñan que tengo alma, y al parecer, aún sigue viva.

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